miércoles, 31 de octubre de 2007

I Am you



Sentada en la banqueta incomoda de la cocina espero que la pastilla, que tarda casi una hora en hacerlo, me produzca efecto. La esperanza nace así, florece de la nada, el vuelco de un ave en picada, sin palabras viene la calma, trato de advertir la ausencia del dolor pero no logro percibirla: el no-dolor es parte de la naturaleza del cuerpo.
Hay una regla que dirige a todas las reglas, la motivación. El sueño profundo de los contenedores de basura debe ser más apropiado que lo que pienso en este momento, puedo sentir como el dolor tibio se diluye de entre los espacios que dejan las carnes. El hombre insomne me mira en la calle, solo, despierto a su mente quiere agusanarse en mis piernas, formo parte de muchos microuniversos mentales, él del mío y así una red encadenada, infinita, quien sabe por cuantos océanos de lóbulos estaré nadando. Imagino que algunas de mis falsas reproducciones mentales hablaran mejor que yo, manejaran su cabello a la perfección, pedirán silencio, se desabrocharan el primer botón de la blusa. Quizás en este momento estaré haciéndole el amor al conserje del edificio. Me conformo con un jugo de naranja.
Lo vi tantas veces que hasta podría abusar de él, quizás lo invite a salir, lo más adecuado sería un vino tinto y dulce: a todos nos gusta ver una mujer seguir con sus dedos la circunferencia de la copa, dos palabras exactas, jazz del malo (solo los tontos eligen del bueno, genera una competencia directa en el cuerpo, confusión sexual y satisfacción), el morbo verlo dormir boca abajo y marcharse a la hora sin notas, pistas, ni rastros, con los zapatos en la mano alimentando la boca del subte.
Cuarentaicinco minutos me separan del mundo, la motivación es el arte de la perversidad.